Viajes por el Mundo

ESPAÑA

Crónicas Viajeras

Descripción de un Camino en el tiempo de la peseta III

Esta crónica es en homenaje a Demetrio

Peregrinos: Abilio Gálvez Castillo y Demetrio Alonso Hernández.



Después subir un montón de escaleras que nos conducirán justo hasta el albergue municipal, cuando llegamos al albergue la decepción es grande, porque nos comunica la regenta que no le quedan literas disponibles y lo único que nos puede dar es cobijo para estar bajo techo, antes de decidir nada nos dimos una vuelta por los dos pisos que dispone el albergue, que efectivamente comprobamos que está totalmente lleno es una pena porque dispone de unas instalaciones estupendas y además está limpio, preguntamos a la señora del albergue  por alguna pensión cercana, y  nos comunica que conoce a una amiga que vive a veinticinco  metros de aquí, que alquila habitaciones dobles con ducha, por mil quinientas ptas., y como llegamos extenuados no lo pensamos más, pues en cinco minutos estábamos instalados en un cuarto piso con una hermosa habitación y una gran terraza con esplendidas vistas a todo el pueblo, además de  un corral con gallinas y demás animales domésticos, que a Abilio le recordaban su infancia en  Archilla ( Pensamos para nosotros que la dueña de la habitación, es la misma señora que regenta el albergue).


Sarria

Son las cuatro de la tarde y estamos con el desayuno que nos hemos tomado en el bar de José en el Alto del Poio y decidimos preguntar a la regenta donde nos podrían dar de comer a estas horas y como amistades a la señora no le faltan, nos recomienda un restaurante que está  a unos doscientos metros, cuando llegamos le decimos que vamos de parte de la señora del albergue, el señor nos contestó que es buena señora y que aunque es un poco tarde hará un esfuerzo para que no nos quedemos sin comer, de lo que disponen ahora es de Caldo Gallego que se pide Abilio, y Ternera Asada que me pido Yo.



A Abilio le sirven antes que a mí, y el Caldo Gallego dice estar en su punto y me ofrece que lo pruebe, pero yo mi fuerte no son los caldos y no distingo si está bien o mal, además estoy esperando mi ternerita que por fin llega, cuando veo la presentación pienso se tienen que haber equivocado de comensal . pero hube de descartarlo porque estábamos nosotros solos, y me decido a comer de algo que parecía de todo menos ternera, cuando me lo estoy comiendo estoy plenamente convencido de que son trozos de pollo, además está totalmente seco e insípido y vuelvo a acordarme de la regenta del albergue, cuando el dueño del bar le pedimos la cuenta con la sana intención de marcharnos para no volver más, no pude por menos que decirle, la forma  tan peculiar de hacer la ternera asada  que tienen en Sarria, pero este señor parece que de castellano no entiende mucho y se limitó a dejar las vueltas y meterse al mostrador para atender a un cliente con pinta de mafioso que le reclama sus servicios, además sabe él que es la última vez que vamos a ir a su bar.



Desde aquí regresamos a nuestra nueva residencia para dormir un rato hasta las ocho,  después salimos a dar una vuelta por conocer este pueblo, que poco podemos destacar de él, y hacer la compra para disponer de víveres en las mochilas, latas, queso ( que olor), chorizo y peras, y también llamamos por teléfono a nuestras respectivas para enterarlas donde estamos, y nos confirman que tienen la decisión tomada de venir a Santiago.



Nosotros hemos decidido que la cena la vamos a preparar en la habitación, porque tenemos una mesa y dos sillas, y  a las once de la noche ya nos vamos a descansar, porque mañana  a primera hora queremos continuar la marcha, mi reloj lo pongo a las seis de la mañana  y no falla, yo  duermo toda la noche de un tirón, pero Abilio me dice que ha escuchado todas las horas del reloj municipal, además de una machacadora que hace un escandaloso ruido que está instalada al otro lado del pueblo. Cuando estamos bajando las escaleras del apartamento, me doy cuenta que no llevo las gafas, pues   tengo que volver a recogerlas que las he dejado en el baño.


11/07/00 – De Sarria a Gonzar

Son las 06:30 de la mañana cuando iniciamos esta etapa en dirección Noroeste, que de momento es una leve subida entre calles estrechas que por las pintadas de amarillo nos van indicando el camino a seguir, pronto coronamos la parte más alta del pueblo dejando a nuestra derecha un edificio de buena construcción, indicando que ha sido Juzgado y Cárcel, poco más delante iniciamos una bajada que nos conduce hasta atravesar un riachuelo por un viejo puente, y caminar durante unos metros entre este, y la vía del tren, poco tardamos en pasar al otro lado de la vía, para iniciar una larga subida envuelta en una densa y milenaria vegetación de enormes hayas y robles de una belleza impresionante, cuando  terminamos  la cuesta poco más delante dejamos a nuestra izquierda el pueblo de Barbadelo


Barbadelo

destacando el edificio de la Iglesia, pasado el pueblo le damos alcance a un peregrino que al tiempo de ir andando va leyendo un libro de grueso tamaño parecido a una biblia y dedujimos seria cura, aunque a su espalda lleva colgados calcetines blancos que nos despistan, al darle los buenos días de rigor nos contesta en acento francés, y por nuestra cuenta añadimos sería un cura francés, poco más delante nos encontramos con un rútulo indicando Rente,


Letrero Rente

que unas  desperdigadas casas  pertenecen a este Municipio, más delante nos encontramos con una bonita fuente  que Abilio hace uso de ella, yo en ayunas no me apetece beber y además hace algo fresquito, atravesamos una carretera para seguir el camino de los peregrinos, el terreno que estamos atravesando es una planicie que  consistente en fincas de cultivo de hierba, valladas de grandes losas de pizarra que es la materia prima autóctona de esta zona.



Damos alcance a una señora que en solitario va caminando, y al darle los buenos días nos contesta en acento francés,  en este momento  comentamos podía ser la señora del peregrino que atrás habíamos dejado, comentamos que  no es bueno sacar conclusiones tan rápido, estamos llegando a Brea


Brea

minúsculo caserío rural, donde los hórreos son auténticas obras de arte hoy en desuso, enseguida llegamos a pasar por el mítico kilometro CIEN


Kilómetro 100

que no nos paramos a sacarle una foto por no perder tiempo, seguimos andando y vemos un letrero indicando que hay bar a la vista y le invito a Abilio a pasar a desayunar, pues me dice no tener hambre pero accede a mi petición, cuando pasamos están las chicas vascas y Xose de A Coruña, nos saludamos y  me siento en su mesa para desayunarme un tazón grande de café con leche y un bollo casero con mucho huevo, a partir de aquí me siento con más fuerzas para seguir,  Abilio me echa en cara que encima  de no haber desayunado va más cargado que yo, pues lleva las peras que compramos ayer en  Sarria, yo le contesto que si por eso es, coja las peras y las tire, y además si no ha desayunado es porque no ha querido, pero aun así, va todo el rato protestando, al atravesar por un riachuelo le digo a Abilio que voy a sacar las peras de la mochila, y conseguido mi objetivo cogí las peras y las hice volar, su reacción fue de recogerlas, lavarlas en el arroyo y se puso a comérselas (Risas). A partir de aquí la etapa parece más llevadera atravesamos por un pueblecito llamado Ferreiros


Ferreiros

donde su despoblación se deja  notar, pues las casas aunque bien estructuradas se ven cerradas, y se deduce es un lugar castigado por la emigración, a partir de aquí debemos de sortear el camino entre pequeños núcleos urbanos  que parecen estar olvidados de la civilización, pero que en tiempos no muy lejanos, debieron de ser importantes, pues los cruceiros, hórreos, cementerios, balconadas bien adinteladas  y  casas de piedra con sus inmortales peanas, son testigos para la  historia, cuando estamos llegando a Vilacha


Vilacha. Foto: Google Earth

nos da alcance Xose de  A Curuma y nos dice que lo que nos queda  hasta Porto Marín es todo bajada, cosa que yo lo celebro, pues mis pies los noto cansados y con alguna  ampolla en el derecho, pero Xosé dice preferir llanear incluso subir, hablando y  caminando se divisa un Lago, y al otro lado el pueblo de Porto Marín,


Portomarin

pues rompe la estética por su modernidad, con algún que otro edificio de claros colores, llegamos al Pantano que del Rio Miño se nutre y se llama «Embalse de Belesar», lo atravesamos por un largo puente de varios ojos, y  nos encontramos con  una bifurcación de carreteras donde  debemos de optar por entrar a Porto Marín por debajo de un espectacular arco de piedras apizarradas , carretera de la derecha (Foto), o seguir carretera en dirección a Gonzar, mientras lo pensamos le pedimos a unas sevillanas, también peregrinas, que nos saquen una foto para el recuerdo de esta obra de arte, que es el arco de acceso a Porto Marín.


Arco

Hechas las reflexiones consideramos que todavía es pronto y sin quitarnos la mochila de encima, tomamos la decisión de seguir por la carretera de la izquierda en dirección a Gonzar, poco más adelante para coger el camino debemos de cruzar una cola de pantano, por una pasarela para peatones, que en mitad de esta Xosé nos saca una foto  con su máquina, y otra con la de Abilio advirtiéndole debe resaltar los calcetines que  llevamos tendidos en la  mochila,


Mochila

cuando pasamos el valle de lo que es el embalse, nos introducimos en una subida con  un paisaje de pinares, para después ya llaneando convertirse el paisaje en extensas zonas rurales, donde la ganadería de vacuno es la fuente principal de ingresos, de la escasa densidad de población, presente por estos lares, de pronto nos topamos con el rotulo de Gonzar,


Gonzar. Foto: Google Earth

que alegría por fin, a la izquierda de la carretera unas desperdigadas casas componen el ansiado pueblo, preguntamos en el bar por el albergue y nos dicen que es el edificio contiguo cien metros más adelante, pero todavía no han abierto y hay que ponerse a la cola,  cosa que hacemos  a nosotros  nos tocan  los números doce y trece, pero en poco tiempo la cola se va alargando y hay que estar al loro, pues perder la oportunidad de litera, en este inhospitalario pueblo sería imperdonable.



A la una  de la tarde llega Elisa la hospitalera, que a la vez es  dueña del bar, y empieza a cuñar y repartir las literas, contando con algunos voluntarios peregrinos que le echan una mano para desempeñar esta tarea, pues ella sola no es capaz de controlar, por fin conseguimos literas en el primer piso al final  de un largo pasillo, pegadas a los servicios, yo como siempre me pido  la parte de arriba, a Abilio le asignan una contigua de  la parte de abajo, y a Xosé le toca debajo de la mía, conseguido nuestro objetivo nos duchamos  en unas duchas mixtas, donde lo importante es hacer, lo que estás dispuesto a hacer, sin importarte  demasiado, pues las puertas de las duchas son tan reducidas que tu intimidad queda reducida  a la  voluntad del que pase, después de la ducha y en cinco minutos, hago la colada y después de tenderla en las cuerdas  del exterior del albergue, cuando regreso veo una gorra verde igual que la mía colgada en el tablón de anuncios resultando ser la mía, pensé que podía ser una reclutada y así se quedó la cosa.



Después nos  disponemos  ir  comer al único sitio posible, que es el bar  de Elisa, dentro de  la barra del bar hoy circunstancialmente  hace de camarero el marido de esta, que se mueve como pez en cesta, el hijo de ambos que es el verdadero camarero hoy ha tenido que ir a Coruña, y hasta esta noche no vuelve, mientras pensamos que vamos a comer nos sentamos en unas cómodas sillas en la barra y nos pedimos unas cervezas que nos  sirven en unas robustas copas, sentados en la barra del bar observamos a  Elisa que hace de cocinera, pues está preparando unos bocadillos de tortilla francesa con chorizo, en unos grandes trozos de pan, y según amarillea deben de ser de las gallinas que por aquí pululan, la envidia nos invade y nos los pedimos para comer, el inconveniente que tenemos es la cantidad de gente que está pidiendo y debemos de esperar bastante tiempo hasta que nos los sirven, pero  en vez de aburrirnos, yo por mi cuenta me pongo  a cantar en voz alta «Hay quien dice de Jaén, que no es mi tierra andaluza» la gente nos mira, y seguramente más de uno diría, estos andaluces  que buen humor tienen, poco después se nos acerca el camarero con los bocadillos pidiendo perdón por la tardanza, yo le digo que no se preocupe, además añado que lo veo suelto en la barra, pero, él no se da  por aludido y  nos confiesa con orgullo, que su oficio es cuidar las vacas, después de comer sin olvidarme de darle la vuelta a la ropa tendida, decidimos ir a descansar y dormir algo, pues queda todavía mucha tarde por delante y lo que hay que ver en el pueblo nos va a llevar poco tiempo. A las ocho de la tarde salimos a visitar el pueblo,


Pueblo

que desilusión, no  hay ni  fuente pública, solo vimos a unas señoras en la diminuta  iglesia, que junto con un mosén muy joven, están haciendo faenas de  limpieza, por la cercanía de sus fiestas patronales, una pequeña explotación ganadera, y una joven conduciendo un tractor maniobrándolo con una destreza envidiable, lo más significativo es lo cuidado que se  observa el pequeño cementerio, por otra parte norma habitual de honra a sus muertos por esta zona, visto el pueblo nos fuimos en dirección norte a sentarnos en una solana y nos quitamos los calcetines para oxigenar los pies que ya va haciendo mella el camino, pues a Abilio le ha salido una especie de  sarpullido que le preocupa, aunque cree pueden ser los calcetines, que  son especiales para no sudar y   pueden contener en su composición algún producto que le da  alergia, cuando se está poniendo el sol acudimos al bar para encargar la cena, norma básica a tener en cuenta, pues  así nos lo han comunicado con la amenaza, del que no la encargue, no cena, después recojo la colada que todavía está algo húmeda y nos disponemos a ir a cenar, ahora ya está el hijo de Elisa y se nota que funciona bastante mejor, cuando terminamos de cenar Abilio llama al metre «Padre» y le pregunta por un buen orujo, este dice que lo tiene en la bodega y aunque le decimos que no vaya por él, al poco tiempo se nos presenta con una botella  de su cosecha y nos invita a una copita, Abilio que hace valer sus conocimientos de enología dice que es de primera calidad .



Cuando regresamos al albergue para dormir nos lo encontramos casi invadido, los pasillos están repletos de gente y hasta en los  descansillos de las escaleras están durmiendo, apenas si podemos llegar donde tenemos las literas, en el pasillo entre la litera de Abilio y la mía se  han instalado  dos señoras que forman parte de unos matrimonios, los maridos estarán donde hayan podido instalarse, por fin logro subir a mi litera e introducirme en el saco de dormir, aunque no logro conciliar el sueño, el olor que desprenden la proximidad de los servicios,  las vecinas  que  se desgañitan de risa, la variedad de ronquidos y otras necesidades, me lo están poniendo difícil, pero como todo se pasa, esto no iba a ser menos y cuando en  mi reloj suena la  alarma ya son las seis de la mañana, empezamos a calentar motores  y antes de ser de día ya estamos incorporados a pie de carretera todos los que de alguna forma hemos venido formando equipo, las vascas, andaluzas, Xosé y ahora un francés .


12/07/00 – De Gonzar. A Melide

Son las 06:25 cuando iniciamos el camino, la mañana está  fresquita pero se camina de maravilla, vamos paralelos a la carretera durante largo rato, aunque tenemos que atravesarla varias veces, pues merece la pena, es muy temprano  y los coches todavía llevan las luces encendidas, a la derecha dejamos un pequeño poblado que el letrero indica Castromayor


Castromayor

enseguida empezamos un repecho que afortunadamente es corto, cuando lo coronamos el francés que nos acompaña me dice que ayer antes de llegar  a Gonzar se encontró una gorra tirada en el camino, como la que yo llevo puesta, entonces caigo que nadie me jugo una reclutada, y le explico lo ocurrido dándole  las gracias, está clareando el día y a nuestro paso hay plantaciones de pinos y parcelas sembradas de eucaliptos de gran altura, le pregunto a Xosé y me dice que son explotaciones madereras muy productivas y rentables, estamos llegando al poblado de Hospital de la Cruz


Hospital de la Cruz. Foto: Google Earth

al cruzarlo no vemos a ninguna persona, es demasiado pronto  pero de todas formas la población presumo es muy escasa, al salir del poblado atravesamos una carretera que indica  a la izquierda dirección O Urense, poco más adelante atravesamos otro pequeño poblado


Pequeño poblado. Foto: Google Earth

Ventas de Narón, sin tener nada que destacar con respecto al anterior,  más adelante nos encontramos con el Cruceiro de Lameiros,


Cruceiro de Lameiros

de gran altura y de una sola piedra, una obra de arte que bien merece una foto, pero no se la hicimos por no perder tiempo, y  el letrero de Ligonde


Ligonde. Foto: Google Earth

ya lo tenemos de frente, a Abilio le comento que se parece al letrero, pero sin de, se sonríe, pero el horno no está para bollos, pues esta cuadrilla hoy nos están sacando de nuestras casillas,  nuestra intención era llegar en esta etapa hasta Palas de Rey, pero al paso que llevamos, a este pueblo vamos a llegar antes de comernos el bocadillo, el próximo poblado que nos encontramos es Airexe


Airexe

en poco tiempo hemos pasado por varios pueblos, pero la mayoría están medio  vacíos, en casi todos ellos hay alguna vaquería y la población del pueblo se limita al cuidado de esta  explotación, que por otra parte se observa bastante mecanizada, pues las ordeñadoras automáticas y la modernidad de los xilos parecen estar a la última, Avenostre


Avenostre

es la aldea que estamos atravesando sin tener nada que destacar, salvo algún que otro roble de grueso calibre, Xosé nos dice que el próximo pueblo es ya Palas, y hay varios sitios donde comer el bocata, y efectivamente después de una pronunciada bajada llegamos al moderno pueblo de Palas de Rey.


Palas del Rey

En este pueblo se ven bastantes peregrinos y entre ellos un amigo de Xosé que han caminado juntos etapas anteriores, se saludaron efusivamente y prometieron verse en Santiago, al atravesar el pueblo las chicas van mirando cuál de los bares nos puede resultar mejor para comernos el bocata, por fin y casi al final se decantan por uno, que en una misma mesa cabemos los ocho de la cuadrilla (Vascas, Malagueñas, Xosé de A Coruña, El Francés, Abilio y Yo) al pedir cada uno pidió lo que más le apetecía, yo como tenía bastante gazuza me pedí un buen bocadillo de beicon y un  tazón de café con leche con un curasen, en la mesa se comenta que hasta Melide queda menos de lo que llevamos andado, desde Gonzar, Abilio y yo nos miramos y sin decirnos nada pensamos lo difícil que lo vamos a tener para llegar, mis pies ya van apareciendo ampollas, y Abilio no va mejor, pero después de comer se ven las cosas con más optimismo e iniciamos este segundo tramo andando tan deprisa como al principio atravesamos algunas casas rurales y un pequeño poblado llamado Casanova


Casanova

por cierto el ultimo pueblo de la provincia de Lugo, para después atravesar un pequeño riachuelo llamado Rio Porto, quinientos metros adelante está el límite de provincia y a partir de aquí ya nos metemos en terreno de A Coruña, Xose nos dice que por aquí ya no nos perdemos, el primer pueblo de A Coruña  es Leboreiro.


Leboreiro

En este pueblecito que se ve con más vida que los anteriores, pues el arte  está presente  en las construcciones de calles y casas, cuando salimos del pueblo y como despedida atravesamos por un pequeño puente para introducirnos en el paisaje habitual, aunque los hórreos por esta zona están formados por una especie de cuévanos construidos con ramas de salguero y, techados en forma de cono, con capucha de paja,  en su interior se ven mazorcas de maíz, a partir de aquí empezamos una pronunciada bajada,  envueltos en un paisaje de chaparros y alcornoques hasta llegar a  Furelos