Viajes por lugares

AFRICA

Crónicas Viajeras

Crónicas apócrifas de Diego Cäo

Era un día con mucha bruma, de esos que no se ve mucho ni a lo lejos, ni a lo cerca. Acababa de desembarcar en la playa, y las botas se me estaban calando con el agua fría. Me estaba ateriendo de frio, pero estaba contento. Todas esas semanas de mal tiempo, dentro de la embarcación, te iban minando la moral y el cuerpo. El hambre, el dormir mal por las guardias, la humedad, todo eso se me estaba olvidando en ese momento en que llegué a tierra firme y puse nuestra bandera portuguesa. Es el año 1486 y estamos en un lugar donde no ha estado hasta ahora ningún europeo.



Con el tiempo, este sitio se llamará Cape Cross y habrá una cruz tallada en piedra para la posteridad, recordando este momento. Me estaba sacudiendo las botas del agua, y rezando un padre nuestro para celebrar dicho acontecimiento histórico, cuando me topo con un personaje extraño. Es de raza blanca, alto, delgado, moreno y viste de un modo curioso. Solamente los años como explorador por los sitios más recónditos hace que dicha indumentaria me sea pasada por alto. Tal vez esa especie de cristal de color negro que lleva puesto delante de los ojos, que dicho personaje se los quita para hablar conmigo. “Es que hace mucho resol” dice el desconocido, también extrañado por mi indumentaria. Nos estrechamos la mano y nos sentamos en una piedra bajo el fuerte sonido de los lobos marinos que hay a centenares alrededor. “¿Llevas mucho tiempo viajando?” me pregunta el del jubón color lila. “Pues este es mi segundo viaje por estas tierras y llevo un año” “¡vaya!” me dice sorprendido el raro compañero. Y tú “¿Cuánto tiempo llevas?” “¿Quién, yo”? Pues unos 15 días. “¿15 días?” le replico yo “Eso es imposible” “¿Vienes por tierra?” “Por supuesto” “¿Y cómo has venido?” “En camión” “¿Y qué es eso?” “Anda, ¿No sabes lo que es un camión?” “Pues no” “Pues ven conmigo y te lo enseño”. Nos levantamos y fuimos cerca, detrás de unas dunas. Mientras yo miraba boquiabierto ese enorme aparato, mi compañero se preguntaba donde estarían sus colegas de viaje. Yo también miré a la orilla del mar y tampoco vi a los míos. “¡Qué extraño es todo esto!” Me dije a mi mismo, pero no sentía miedo. Después de todas las cosas raras que había vivido, esta situación solamente despertaba mi curiosidad. “Pues este es el camión” me dice el amigo “Está muy bien equipado y es bastante duro”. Pienso en todo lo que debe de pesar todo este aparato, casi todo metálico. Y yo miro atrás, hacia mi embarcación, toda de madera, que por cierto le está haciendo falta urgentemente un calafateado.


Inmensa colonia de Lobos Marinos en Cape Cross

Me encuentro muy cansado y al sujeto que tengo enfrente le veo en muy buen estado. “¿Qué tal andáis de comida? “ “Bien” me dice “¿Quieres alguna cosa?” “¿Qué tienes?” “Tengo barritas energéticas de chocolate” “¿Y qué es eso?” Se pone a explicarme pero no le entiendo nada “¿Tienes algo de chorizo?” “Sí, creo que me queda algo” Andrés que es como se llama el sujeto abre una puerta del aparato y empieza a oírse el típico trasteo universal en cualquier buen transporte que se precie. Sale con una vuelta de chorizo y se me ilumina el rostro. ¡Con las ganas que tenía de hincarle el diente a algo así! Miro detrás por si veo algún compañero y compartir esta vianda, pero la niebla continua.



Entre mordisco y mordisco le oigo decir algo de un gps que no sé lo que es. Tal vez sea algún animal de la región, puesto que dice que lleva días buscándolo. Dice que lo de la bruma en este lugar es muy habitual en esta época del año, y yo le pregunto que cómo lo sabe si lleva solamente 15 días por la zona. Me mira extrañado y me enseña unos papeles de un color blanco que daba mala pinta, y con una letra ilegible. Dice que lo ha encontrado a través de Internet. Me imagino que será el nombre de algún sabio de su país, y que sabrá mucho, pero lo que se dice escribir, me parece que no tiene ni idea.



Como va pasando el tiempo y la niebla no acaba de desaparecer, le ofrezco jugar a la brisca para matar el tiempo. Dice que vale, y empezamos a jugar sin darnos cuenta de nada. Yo no hacía más que perder en todas las manos, la verdad es que el hombre extraño era muy listo. Justo en la mano que consigo ganar, miro hacia Andrés y resulta que ha desaparecido. La niebla se ha disipado completamente y oigo un murmullo detrás de mí. Son todos mis compañeros de travesía los que están desembarcando. Me ven con la brisca en la mano y su mirada es de completo reproche. No sé que decirles, Andrés ha desaparecido, y comentarles sobre un camión me parecería un suicidio. Hay gente muy susceptible y me puede caer un acto de brujería por medio. Decido no comentar nada. Me levanto y acompaño al sacerdote para empezar la ceremonia de celebración por llegar sanos y salvos a tierras tan inhóspitas, y lejos de la mano de Dios. Es así como mediante un acontecimiento tan extraño llego a este lugar, intuyendo que dentro de unos siglos, tal vez pasen por aquí gentes europeas para ver estos lugares. Espero y deseo de todo corazón que sientan la misma emoción, respeto y admiración que estoy sintiendo ahora mismo con mis compañeros. Que así sea, amén.


Monumento conmemorativo a Diego Cäo en Cape Cross